
Es increíble cómo una nueva etapa puede generar tantos cambios, tanto internos como externos, en nuestra vida.
Si bien la maternidad tiene un lado profundamente hermoso, lleno de amor puro, también revela una realidad que muchas veces se oculta: la vulnerabilidad, el agotamiento, el estrés, la sensación de ser incomprendidas. Nos enfrentamos a una transformación que nos despoja de la identidad que conocíamos, porque ya no somos las mismas ni física ni emocionalmente. En este camino, nos encontramos con otras mujeres que viven procesos similares, y entre nosotras nos convertimos en un refugio, en un apoyo mutuo.
A veces, dejamos de encajar en ciertos entornos donde ya no tenemos nada en común. Pero también existen esas amistades que, a pesar de los cambios, la distancia y las crisis, permanecen a nuestro lado de una manera distinta. Quizás no sean madres y les cueste entender nuestra nueva realidad, pero se hacen presentes con una llamada, una visita o un simple ”¿en qué puedo ayudarte?”. Tal vez ya no nos vean con la misma frecuencia, pero su presencia sigue sintiéndose igual de valiosa.
Por otro lado, hay relaciones que inevitablemente se desvanecen. No porque sean malas personas ni porque nosotras lo seamos, sino porque la vida nos lleva por caminos diferentes. No siempre podemos mantener cerca a quienes ya no resuenan con nuestra nueva identidad. Mientras atravesamos un proceso de transformación y redescubrimiento, hay quienes seguirán viéndonos a través de la versión que una vez fuimos.
¿Has escuchado esa frase “Si vuelves a encontrarte conmigo, quizás necesites conocerme de nuevo”? Es completamente cierta. Estamos en constante evolución, y la maternidad, en particular, transforma nuestra forma de ver el mundo, nuestras prioridades, emociones y gustos. No solo nos alejamos de algunas personas, sino también de lugares y situaciones que ya no nos hacen bien. Así que no te culpes si algunas personas se fueron… Otras llegarán, y con ellas compartirás una conexión más genuina. Volverte más selectiva no solo está bien, es necesario.
Como madre, compartir el caos de la maternidad con alguien que lo está viviendo también me hace sentir comprendida. Saber que no estoy sola en esto me da un respiro. Poder hablar sobre lo agotada que estoy sin temor a ser juzgada es un alivio. Y aunque a veces pierdo el control, también está bien reconocerlo y ser paciente conmigo misma, entendiendo que estoy haciendo lo mejor que puedo con las herramientas que tengo, y que poco a poco estoy aprendiendo nuevas para hacerlo aún mejor.